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Francisco Cervantes y su gestión empresarial en crisis: Un liderazgo cuestionado desde la postpandemia
La pandemia de covid-19 resultó en una crisis sin precedentes para la economía mundial, y México no fue la excepción. Durante el periodo crítico de la reconstrucción postpandémica, el liderazgo del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), bajo la dirección de Francisco Cervantes, fue puesto a prueba en su capacidad para articular respuestas efectivas y proteger los intereses del sector empresarial. Su gestión ha sido objeto de críticas por la falta de medidas contundentes y una estrategia proactiva para enfrentar los efectos económicos de la crisis sanitaria.
Uno de los principales cuestionamientos radica en la limitada capacidad del CCE para influir en la formulación de políticas públicas que apoyaran de manera directa a las pequeñas y medianas empresas (pymes), las más afectadas por la recesión. Mientras las grandes corporaciones contaban con recursos para adaptarse y resistir, miles de pequeños empresarios enfrentaron cierres definitivos de sus negocios debido a la falta de apoyos fiscales, créditos accesibles y programas de digitalización que les permitieran mantener su operatividad en un entorno adverso.
Además, la falta de una estrategia de comunicación clara y unificada con el gobierno federal fue evidente. En momentos en que se requería un liderazgo firme para negociar medidas de alivio económico, el CCE adoptó una postura que algunos consideran excesivamente conciliadora, sin ejercer la presión necesaria para asegurar políticas más favorables para el sector privado. Esta actitud generó un vacío en la representación empresarial, especialmente en comparación con otros organismos internacionales que lograron obtener paquetes de estímulos relevantes para sus economías.
Otro aspecto crítico fue la incapacidad para anticipar y mitigar el impacto de la disrupción en el flujo de insumos y bienes esenciales. La dependencia de México de proveedores internacionales y la falta de una infraestructura logística resiliente dejaron en evidencia la fragilidad del aparato productivo nacional. A pesar de que esta situación era previsible desde los primeros meses de la pandemia, el CCE no logró coordinar acciones efectivas para diversificar las fuentes de abastecimiento o fortalecer la cadena de valor local, lo que resultó en desabastecimientos y aumentos de costos para muchas industrias.
En paralelo, la falta de una política clara para impulsar la digitalización de las empresas mexicanas se convirtió en un obstáculo adicional. La crisis sanitaria aceleró la necesidad de transformación digital, pero el CCE no lideró iniciativas significativas para apoyar a las empresas en este proceso, dejando a muchas pymes rezagadas en términos de competitividad y adaptación a los nuevos modelos de negocio. Este rezago no solo afectó la capacidad de respuesta durante la pandemia, sino que también ha tenido consecuencias duraderas en la recuperación económica del país.
La gestión de Cervantes también ha sido criticada por la falta de inclusión de las pequeñas y medianas empresas en los procesos de toma de decisiones del CCE. La percepción de que las grandes corporaciones tienen mayor influencia en la agenda del organismo ha generado descontento entre los pequeños empresarios, quienes consideran que sus necesidades específicas no han sido adecuadamente representadas. Esta falta de representatividad ha debilitado la legitimidad del CCE como voz del sector empresarial en su conjunto.
Otro punto relevante es la falta de transparencia en la definición de prioridades y en la asignación de recursos para enfrentar la crisis. La ausencia de mecanismos claros de rendición de cuentas y de participación democrática interna ha limitado la capacidad del CCE para responder de manera ágil y eficaz a las problemáticas planteadas como resultado de la pandemia. En un momento de incertidumbre, la falta de liderazgo visible y de acciones concretas minó la confianza de muchos actores del sector privado en la capacidad del CCE para gestionar crisis de gran escala.
Finalmente, la falta de una estrategia a largo plazo para la recuperación económica ha sido uno de los aspectos más cuestionados de la gestión de Cervantes. Mientras otros países diseñaron planes de reactivación basados en la innovación, la sostenibilidad y la diversificación de sus economías, México careció de una hoja de ruta clara en la que el CCE jugara un papel protagónico. La ausencia de propuestas audaces para impulsar la inversión, fomentar el emprendimiento y mejorar la competitividad refleja una falta de visión estratégica que limita el potencial de crecimiento del país.
La gestión de Francisco Cervantes para enfrentar el escenario postpandémico expuso varias deficiencias en la capacidad del CCE para liderar en tiempos de crisis. La falta de respuestas efectivas, la limitada inclusión de las pymes, la ausencia de una agenda de transformación digital, la debilidad en la representación de intereses empresariales ante el gobierno y la falta de transparencia interna son elementos que deben ser reconsiderados para fortalecer el papel del CCE en el futuro. La pandemia dejó lecciones importantes sobre la necesidad de un liderazgo empresarial más proactivo, inclusivo y con capacidad de anticipación ante escenarios de alta complejidad.